Textos filosóficos fundamentales II



Descifrando a Arendt ~ parte II: El auge de lo social
*Versión abreviada del artículo Descifrando a Arendt, de Stateus (http://miguelgarcialopez.wordpress.com/)

Si ha sido posible el fenómeno del totalitarismo, que destruye la libertad – llegando a regular todos los aspectos de la vida, hasta los más íntimos –, sólo puede deberse a un terrible malentendido, pues la política ES la libertad. Según la caracterización clásica, sólo hay política en un espacio de deliberación entre hombres libres. Donde no hay libertad no hay política, sino sólo violencia.

Arendt se dedica a rastrear el origen de este malentendido y lo sitúa en el moderno auge de lo social.

Lo social ha fagocitado el espacio de la política. Donde antes se distinguían dos espacios diferenciados, lo político y lo doméstico, donde se desarrollaban respectivamente la vida pública y la privada, ahora se yergue totalitaria la esfera de lo social.
La desaparición de las categorías específicas de la política y su sustitución por categorías de carácter social, en la dinámica ya anticipada por Carl Schmitt, lleva a la ampliación del ámbito de lo público más allá de los límites que le son propios. La sociedad ha engullido la política. Se puede decir que tenemos la política que nos merecemos, en la medida que ésta es un mero reflejo de cómo funcionamos en el ámbito social y doméstico.
En la actualidad, vemos el conjunto de pueblos y comunidades políticas a imagen de una gran familia ( a la que denominamos “sociedad”), cuyos asuntos cotidianos han de ser cuidados por una administración doméstica gigantesca (a la que se llama “nación”). La polis se diferenciaba de la familia en que sólo conocía hombres libres e iguales, mientras que la segunda se regía por la desigualdad y la tiranía.

La sociedad siempre exige que sus miembros actúen como si lo fueran de una enorme familia que comparte intereses y opinión. Con el auge de la sociedad de masas, donde el conformismo y el “pensamiento único” están fuertemente enraizadas, el gobierno ejercido por un sólo hombre que represente el interés común y la recta opinión llega a ser innecesario.
El gobierno monárquico de un sólo hombre es sustituido por una especie de gobierno de nadie: la burocracia. Pero, como dice Arendt, “el gobierno de nadie no es necesariamente no-gobierno; bajo ciertas circunstancias, incluso puede resultar una de sus versiones más crueles y tiránicas”.
Es decisivo que la sociedad, en todos su niveles, excluye la posibilidad de la acción espontánea o notoria, mediante la imposición de innumerables normas, dirigidas a “normalizar” a sus miembros. La igualdad moderna, basada en el conformismo inherente a la sociedad de masas, es únicamente posible porque la conducta (behavior) ha reemplazado a la acción como la principal forma de relación humana.

La aplicación de la estadística a la política o a la historia significa nada menos que la destrucción de su propia materia, ya que no es posible “buscar significado” en la política o en la historia cuando todo lo que no es comportamiento cotidiano o tendencias automáticas se ha excluido como falto de importancia.

En el mundo moderno la política queda como un mero medio destinado a proteger la sociedad. La llamada “libertad de la sociedad” es la que exige y justifica la restricción de la autoridad política. La que la violencia pasa a ser monopolio del gobierno.
Lo que dieron por sentado todos los filósofos griegos era que la libertad se localiza exclusivamente en la esfera política, al contrario que la necesidad, que es característica de la organización doméstica, donde la violencia se justificaba como único medio para dominar la necesidad y llegar a ser libre. El poder es entendido por Arendt como actuar en concierto.


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